Y llegó otro gran día para mi futuro, el miércoles. Esta vez me conseguí organizar con María para estar sólo hasta las 12 esperando al de Deutsche Telekom. Después, se quedaría ella.
Ya que la otra vez me quedé hasta las tantas colgando ropa, limpiando y ordenando la casa, para que luego no apareciesen los técnicos, esta vez dejé todo tal cual estaba. Es decir, bien, pero con algo para fregar, algo de ropa en los sillones, algo de mierdecilla por el suelo. Pero poco, no os vayáis a pensar. Total, luego tenía tiempo para ir organizando todo mientras esperaba.
Y fue el destino… ¡¡y picó!! A las 8.10 llamarón al timbre. Justo me acababa de vestir, bajé corriendo y abrí. Y para mi sorpresa, había un pavo con un uniforme de “Deutsche Telekom”. Casi le morreo, pero me contuve.
Él no hablaba inglés (previsible), y yo hablo alemán a nivel 0,5 sobre 20, así que el rato que estuvo fue divertidamente violento. Subimos a mi piso, y cuando llegamos, el tío se tiró resoplando 10 minutos; ya me veía llevándolo al hospital (en el supuesto de que supiese dónde hay uno, o si existen…). Miró la caja del teléfono y volvimos a bajar. Me pidió que abriese una puerta del portal… que está con candado.
En otro momento, habría dudado o incluso le habría dicho que no podía o no tenía llave, pero dadas las circunstancias, si me hubiese dicho que tenía que salir en bañador a la calle, lo habría hecho. Así que subí al piso de María, llamé a la puerta, le comenté el percal, y desde el otro lado me dijo que en 10 minutos salía.
Bajé a darle las buenas noticias al del Deutsche, que las recibió con una sonrisa de oreja a oreja. Y para hacer más llevaderos los 10 minutos, no paró de mirar el reloj, resoplar y cagarse en cosas alemanas. Me dieron ganas de reírme y que me viese, para hacer justicia por el miércoles pasado, que perdí 8 horitas de curro por su culpa, pero aún no tenía la línea. Regla número uno: no jugar con fuego alemán.
Apareció la señora, se explicaron en alemán sus intenciones, y ella me tradujo que en realidad no hacía falta abrir esa puerta, que lo que él quería estaba fuera, en el jardín. Le dije que lo sentía, pero que lógicamente yo no podía saberlo, y se volvió a su casa.
El Deutsche Man levantó un plástico del jardín, apretó un tornillo, subió al piso, comprobó algo y me dijo “fertig” (terminado). OK. Danke y esas cosas. Las 8.30. Salió tan bien, que me iba a tocar esperar, porque a los de FedEx les dije que estaría en casa entre las 9 y las 11.
Mientras venían, vi la repetición del programa “Galileo” del día anterior. Es un programa digno del Discovery Channel, y en la línea, muchas veces, de “los cazadores de mitos”. De hecho, muchas veces se dedican a comprobar rumores (mitos) o simplemente a explicar cosas curiosas.
Un programa que me encantó fue el que hablaba de la evolución de los Crash Test Dummies, y como en un principio, se pagaba a gente para que se montase en coches de prueba, y luego los empotraban contra algo. Hasta pusieron vídeos en blanco y negro y toda la pesca. Y luego salían estos Dummies humanos apoyados en la pared, todo fastidiados, tosiendo, vomitando... Ver para creer.
Llegaron las 9, las 9.30, las 10, las 10.30… y ya se me conectaron las neuronas de “asesinato”. Dieron las 11, las 11.30… y no venía FedEx. Intenté no estresarme demasiado; total, un fallo más…
Lo que sabía fijo es que iba a ir al banco a pedir el PIN. Si tenían que venir a darme el paquete otro día, era problema suyo. Y a las 12.45 tenía que estar en Nintendo. Así que a las 11.40, salí de casa.
Según cerré la puerta, sonó el timbre. Bajé corriendo todo emocionado, ¡y era uno de FedEx! Me pidió mil veces perdón en inglés, y le perdoné. Le dije que lo nuestro aún podía funcionar :D Firmé en su PDA, subí el paquete a casa, y sin abrirlo, me fui volando al Commerzbank.
En el banco pregunté por Sasha, “el que habla inglés”. ¿Y qué me dijeron? Que estaba enfermo. Me reí un poco, y la cajera pensaría que era tonto, pero es que para qué me lo voy a tomar a mal. Creo que últimamente mi cuerpo segrega jabón, porque hay muchas cosas que me resbalan.
Le pregunté si ella hablaba algo de inglés, me dijo que sí, y le expliqué el abandono al que me tiene sometido el banco. Tomó nota en el ordenador, y me dijo que en menos de una semana tendría que recibir por correo el PIN para la banca on-line y el PIN de la tarjeta. A ver.
Después de todo, llegué a Nintendo a las 12.44.
A la salida, pasé por la peluquería del Rewe. Al final resulta que era unisex. Esperé 5 minutillos, y me cogieron. La chica que me atendió no sabía inglés, pero ya no eran plan de seguir esperando a un peluquero bilingüe, así que me dio igual. Pensé que iba a empezar a cortar sin preguntar, y se lo habría agradecido, pero me preguntó: “viel?” (¿mucho?). Le dije que no, que “intermedio”, y me preguntó cuánto. Jo tía, ya te vale. Me acordé de lo que le pasó a Javi, que le dijo al 3, y aquí se corta por milímetros, y salió como Zidane; así que le dije “10 o 12”.
Estáis todos esperando una catástrofe. Yo también la esperaba, pero acerté. Me lo dejó relativamente bien, así que para otra vez, creo que me quedaré con esa medida. Volví a casa dejando pelos por 2 líneas de metro.
En casa vi Galileo, esta vez en directo, y pillé justo la sección “Fake Check”. Como su propio nombre indica, se proponen buscar vídeos populares en Youtube y comprobar si son fakes o no. El del miércoles era un chaval que ponía 7 u 8 vasos en línea, cogía 8 monedas, las lanzaba todas a la vez contra la mesa y después de rebotar entraba cada una en un vaso (no sé si me explico). Lo mejor de todo es que no sé si es fake o no, porque tuve un altercado con una croqueta, luego pasaron a anuncios, y ya se me olvidó y cambié de cadena. Yo digo que era fake.
jueves, 4 de diciembre de 2008
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